Futbolistas en peligro

Tener unos objetivos claros en la vida nos ayuda a saber qué queremos y nos prepara para afrontar aquello que sea necesario para alcanzarlos. Sin embargo, el ritmo de vida que cultural y socialmente se ha instaurado provoca que el plazo para lograr estas metas se acorte. Lo efímero substituye lo duradero y, con ello, ponemos en riesgo la calidad de los procesos. El camino hacia el éxito es largo y, no por querer ir más deprisa, llegaremos antes.


El fútbol, como extensión de la sociedad, está sufriendo estos mismos cambios. La presión del tiempo hace que todo deba suceder rápido, de prisa. Año tras año vemos en la élite como van sucediéndose cambios constantes en las directivas, en los banquillos, en las plantillas a la mínima que algo no va bien. No hay margen para el error.

No obstante, las nuevas vertientes pedagógicas sitúan el error como base del aprendizaje: “No se debe temer al error, son oportunidades que afinan y pulen el descubrimiento de la verdad” (Sanmartí, 2007). Por lo tanto, decir NO al error significa decir NO a la oportunidad de aprender y mejorar.


Si todo esto lo llevamos al fútbol base, la etapa de formación del jugador, obtenemos una bomba. El fútbol de élite, su espectacularidad y su modelo negocio, han engullido también el fútbol formativo. Los proyectos, en su gran mayoría, se focalizan en buscar un rendimiento a corto plazo, una mejora inmediata. Dicho de otro modo: en tener que ganar sí o sí.

Esta asunción de la obligatoriedad de ganar no es mala en su naturaleza. La competición es un estímulo importantísimo y la base de todo deporte. Un valor fundamental para todos. Ahora bien, el problema aparece cuando, para ganar, se recorra al tan mediocre camino de no cometer errores. Y lo vemos cada día, equipos que, con el fin de no asumir riesgos, instan a los jugadores a no equivocarse para obtener un resultado favorable.


¿Pero verdaderamente están consiguiendo un resultado favorable?


Volviendo a nuestra máxima de antes, rehuir del error implica rehuir también de una oportunidad para aprender. Siendo así, aquellos niños a los que no se les confiera el derecho a equivocarse estarán viendo como su proceso de aprendizaje se coacta hasta el punto de ser meramente un limitador. Por lo tanto, la respuesta es no.

Resulta entonces muy importante encontrar aquellos espacios en los que el jugador sea libre, se equivoque, piense, dude y genere nuevas inquietudes que, a la larga, le permitan encontrar por sí mismo nuevas soluciones. A este proceso lo llamamos aprendizaje significativo o descubrimiento guiado, pilar fundamental de nuestro proyecto.

No es nuestra pretensión cambiar el paradigma actual, lejos de ello. Pero si lo es ofrecer a nuestros jugadores las herramientas necesarias para que sean ellos mismos quienes abastezcan su propio proceso de aprendizaje. El fútbol es para los futbolistas. Ayudémosles a disfrutar de la sencillez del deporte, de las relaciones que se generan entre sí.


No hay mayor error que el de no atreverse a cometer errores.


Brain Football.